Marcelo Fox: Invitación a la Masacre

Marcelo Fox: Invitación a la Masacre


Soy un genio. Nadie lo dude. En los 4 puntos cardinales la humanidad entonando cánticos de adoración delante de mis altares. Pero los que me persiguen. Pero los que odian mi luz lo impiden. Tienen miedo. Tiemblan. No quieren verse reducidos a la Nada de la cual son hijos por el brillo con que desnudo su insignificancia.


Soy bello. Soy esplendente. Irradio frases. Poemas. Cuadros. Chascarrillos. Todo original. Todo nuevo. Dionisios. Apolo. Júpiter. Señor del Bien y del Mal. Generoso distribuidor de las gracias y las plagas. De la fertilidad y la esterilidad. Gran Masturbador Metafísico. A ti te canto. Yo. Yo. Yo. Ese. Soy. Yo.



Nada puede contenerme. Ante mí el mundo se disuelve. Las gentes huyen despavoridas. Me tienen terror. Me hostigan sin descanso. Soy demasiado inmenso. Soy un dios caído entre las garras de la materia por oscuros altercados antológicos. La raza a la que pertenezco no es la vuestra miserables bípedos carnívoros. Volveré al Olimpo. Volveré a Walhalla con mis legiones de ángeles rebeldes. De walkirias insaciables. De demonios en celo. Mi espada degüella a Odin. Luego viene en el programa la violación de Cristo. El arrancarle los ovarios a Isis. El matar a todos. A todos. Restaurar el Orden. Ser el amo de dioses y hombres por los siglos de los siglos sin dar descanso al hacha ensangrentada hasta que haya aniquilado el último protozoo.



Ser mayor que Satán. Soy la encarnación más perfecta de la Peste. Atrás. Atrás. Paso a mí. Paso a Dios. Debo actuar pronto. El bien aún mantiene sus castillos de azúcar y olvido sojuzgando el mundo. Los hundiré. Los disolveré. Que se extienda victoriosa sobre la tierra la única verdad. El Mal. No más barreras para la destrucción. Imperaré sobre los campos arrasados. Sobre los cadáveres. Sobre los escombros que deje la muerte. Muerte. Fiel compañera. Casta prostituta que todo introduces en tu sexo ávido donde acaba el dolor. La ronda infinita. La incomunicación. La angustia.



Escupen sobre los cuadros que pinto. Se ríen de las églogas fúnebres que escribo. Las obras van acumulándose en la oscuridad de los cajones del escritorio. El terror me desmenuza en fragmentos áridos que claman por la blandura del Sol. Se niegan a comprender. Me hacen a un lado. Se ríen. Siempre se ríen palmeando los hombros sobradoramente. Yo no hice nada. Que un ser humano sea superior no es motivo para perseguirlo sin tregua. Por qué excluyen. Por qué esconden las claves. Por qué abofetean con el vacío. No tengo la culpa que en las tramas de mi cuerpo corra sangre de infinito. Mátenme. Viólenme. Hiéranme. Pero este silencio no. Esta sombra no.



Yo no entiendo lo que pasa. Mancho con furia día y noche superficies blancas. Vuelco los huesos en lo que creo. Qué más puedo hacer para que proclamen mi nombre a todos los rumbos. Es que no entienden que soy verdaderamente un genio. Un Dios.



No. Es claro que no entienden. Son inferiores. No pueden ascender hasta mí. Descender al abismo desde el que arrojo alaridos de basura a sus rostros indiferentes. Huecos. Qué saben de esta oscura luz. Del placer de sentir las bocas de los bichos carcomiendo despacio los nervios. Los tendones. La médula. Qué saben del infierno y sus goces. De la hermosura del mal y los sutiles ritos de la Peste. Exterminarlos sin contemplaciones. Que no quede ni un idiota para seguir contando el cuento lleno de furia y sonido de la vida.



Estoy herido. Piedad. Pido sólo un poco de amor. De comprensión. Miren otra vez. Digan que son genialidades. No. No digan que no. Es injusto. Vamos. Vamos. Sí. Sí. Así que definitivamente no. Fuera antes de que llame a los criados y los haga echar a empujones. Antes de que los entregue a mis verdugos para que aprendan a apreciar la excelsitud de la obra que vomito sin descanso y que no cesará jamás de fluir. Nunca terminaré de devolver el cadáver de Dios que me produjo una grave indigestión luego de habérmelo almorzado.



Lo que precisan es que los bañen en ácidos. Que les revienten los ojos a golpes. Que los azoten día y noche con hierros al rojo hasta que se decidan a tributarme las muestras de amor y sumisión a las que toda deidad tiene derecho. Entonces contemplando con las órbitas vacías la Música de los Ángulos. Oyendo con los tímpanos rotos el Resplandor de las Sombras comprenderán su repulsiva pequeñez frente a mi inabarcable grandeza y se suicidarán envueltos en la bandera roja con el escudo de mi familia estampado en azul y oro.



Aquí los espero en plena erección dispuesto a todo. A construir ciudades del sol o de las tinieblas. A salir a la calle y descargar sobre la plebe las ametralladoras. A la exterminación de cualquier raza. A volar en pedazos el planeta a crucificar nuevamente a Dios.



Yo haré posible el Infinito. No habrá piedad para nadie porque el Amor ha muerto sepultado entre los úteros y la simetría de los cubos de cemento. No habrá piedad porque la piedad estorba en el camino de la destrucción. De la Trascendencia. No oyen estos gritos descuartizados que aún dudan de mi inmensidad. Sólo los grandes se enfrentan totalmente con el Mundo, y le escupen su asco en la cara. No aceptamos sobornos. Es inútil que traten de atraparnos poniendo como cebo mujeres o medallas al mérito o buenas conciencias. Continuaremos exaltando al Mal purificador en el fondo de las mazmorras o de las celdas acolchadas. Y si nos mandan al patíbulo marcharemos hasta él cantando aleluyas a la Muerte y blasfemando contra todos los dioses y los hombres.



Abarco la realidad entera. No sólo soy comunista. Soy también aristócrata. Por mis venas corre la sangre azul de mis antepasados. Caballeros del Santo Sepulcro. Templarios. Cruzados. Nobles. Incas. El Cid. Mahoma. Cristo. César Borgia. Gil de Rais. Torquemada. Catilina. Giordano Buno. Kant. Lenin. Sade. Lautrémont. Beethoven. Hitler. Espartaco. Stalin Mao Tse Tung. Todos ellos se han fundido en mí y han renacido más esplendentes aún. Soy el Elegido. Soy Dios. Y como además como dije profeso el marxismo leninismo me dan profunda lástima aquellos a quienes robo la plusvalía en mis fábricas o se mueren de inanición en mis latifundios. Incluso vierto algunas lágrimas cuando tengo que hacerlos masacrar por insubordinarse pidiendo pan. Mando a mis capataces que aumenten el rigor y agreguen más colas a los látigos para que la chusma de una vez reaccione y entre todos comencemos a construir la Ciudad del Sol Tenebroso.



Amo sólo el bien. Por eso busco llegar al fondo del Mal y proclamo la aniquilación son coartadas imaginando con júbilo que el blitzkrieg total está cercano.



Nadie se extasía con mis geniales creaciones. Debo pasarles cheques a los directores de las revistas para que publiquen algunas de mis odas a la guerra atómica. Sólo pagando al populacho logro que mi nombre sea coreado. Detrás de los aplausos palpo la ironía. Las carcajadas. Bestias infrahumanas. Carne de crematorio. El aislamiento sigue mientras premedito estérilmente venganzas absolutas. El estar aislado porque las alas se funden antes de llegar a estas alturas que habito me hace sentir más grande aún. Los espejos devuelven infinitas reflexiones de mi rostro signado por las estigmas purulentos de los dioses. Las máquinas dan vuelta. Doy vueltas. No me encuentro. No sé en qué pozo he caído. Piedad. El túnel. El puente. La salida. Dónde.



El laberinto. No es posible escalar las paredes. No es posible suicidarse. No es posible el sueño. Quiero descansar. Sentir el peso de la tierra entre los dientes. No esta ausencia. No este hueco en las entrañas. Girar. Girar. 3 bolas por un peso. Acierten. Péguenle al monigote. Trato de esquivar las pelotas. Nunca lo consigo. Escúchenme aunque más no sea una vez. Sólo bofetadas. Sólo risas. Soy un genio. Soy un payaso que pretende divertir con sus bufonadas trágicas a la sala vacía. El mundo se derrumba. El mundo permanece impenetrable. Soy un trozo de otro juego en este rompecabezas imposible de armar. Me ahogo. Socorro. Aquí. Aquí. Rápido. Antes que termine de estrangularme. Antes que desaparezca en el barro de la caída. Es el fin. No. No es el fin. Es una vuelta más de tuerca. No hay escapatoria. . Lo sé. Lo sabía. Hablan. Hablan. Hablo para olvidar. Inútil. La cabeza chirría funcionando sin tregua. Largos monólogos desesperados. Tratar de justificarse ante las inaplacables alucinaciones de la mente en llamas. Quisiera morir. Vivir. Escapar por el ombligo. Perderme en mi propio vientre. Tragarme al mundo.



No deseo otra cosa que no sea el Todo.



Qué se puede hacer mientras se aguardan los milagros ya nunca posibles de las deidades asesinadas. Boquear. Seguir boqueando en la esperanza de que algún día reconocerán mi genio. Por ahora la boca de los bichos. Quién pudiera clausurar el cerebro y ocultarse para dedicar el resto de la vida al ayuno y la penitencia. Pero no hay refugio seguro. Siempre descubren los escondrijos donde uno trata de ocultarse para no ser violado y nos arrojan otra vez a la jaula de las fieras. Al mundo. Somos. Soy atado a la picota. La saliva corre por el cuarto. Los ojos vuelven a ser extirpados. Vejaciones. Heridas. Qué es lo que tengo que expiar. Por qué siento irrevocables ansias de manchar de rojo las paredes del cuarto cruzándome la espalda a latigazos. No entrar en detalles. Culpable. Culpable de todo. Criminal absoluto. Reo de muerte para el que no puede haber clemencia. Conozco a fondo y respeto los razonamientos de los fiscales. Sin embargo me sigo sintiendo una inocente víctima propiciatoria destinada a saciar la cólera de alguna potestad desconocida.



A veces me pongo a rezar pero luego recuerdo que los altares están vacíos y la sangre blanca que mancha las gradas no deja olvidar los deicidios con que nos condenamos al exilio de la carne. Muertos los dioses se acabaron los hombres. Es en vano que tratemos de evitar la disolución en el Olvido inventando sustitutos de infinito que siempre fallan.



Dios escúchame. Solo a ti te amo. Te amo aunque no existas ya. Aunque nunca hayas existido. Amo la Idea de Ti que traspasándome me eleva y no me deja confundir con la marca de rostros huecos que cubren el planeta. Revélate te digo aunque no existas. Te necesito para detener el derrumbe. Para conocer el Sol. Prefiero volverme loco creyendo que existes aunque no sea cierto a tener que seguir revolcándome en el barro con las alas cortadas y torturado por la sed de tu rostro. Sí. Ojalá perdiera la razón y pudiera huir de toda esta nausea que se enreda en las piernas y la lengua. Cantar a la luz. Sumergirse en lagos azules intemporales. Acudir al llamado de El y ser acogido bajo el manto de la Virgen María. Entonces los angelitos. Ven locura. Ven. Tómame. Construye en mí tus túneles blancos. Quiero olvidar. Descansar por fin. Nadie me comprende. No me cambian los pañales. Dialogo estérilmente con las paredes. Continúo solo. Todo fracasa entre la densidad uniforme del mundo. El sedimento de los muertos me asimila poco a poco. Es duro pero no hay salvación. Nada es salida. Ni la vida. Ni la muerte. Ni el dolor. Ni el goce. Ni la alegría. Ni el amor. Ni el asco. Ni la locura. Ni el olvido.



Seguiré. Seguiré aullando. No dejaré de golpear contra los Muros hasta que se quiebren ellos o mis manos. Hasta que Dios responda.



Pero los Muros no existen. Ni el dios existe. Todo es negro. Todo es gris. Qué hacer. No se dónde. No sé cuándo. El abismo se acerca. Se acerca. Se acerca. Se acerca.


Ilustración de Niki Kuscevic.

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comentarios:

Hay signos en el Pensamiento. Nuestra actitud de absurdo y de muerte es la de mayor receptividad. A través de las hendiduras de una realidad en adelante no viable, habla un mundo voluntariamente sibilino.
Antonin Artaud